La Guerra Relámpago

4 septiembre 1999

Manuel Leguineche

El día era claro y soleado. El servicio metereológico dio el visto bueno. Media guerra dependió de sus informes un cielo estaba despejado de nubes, el mejor pronóstico para que los aviones del mariscal Goering pudieran atacar Polonia. En cuanto al paisaje de tierra, no eran necesarios ni espías ni informes de última hora. Hitler se inventó un casusbelli, un incidente en la frontera común, para escribir en gruesos trazos de lapiz en la Orden número 1: "La hora del ataque: 4,45 horas".

Las bombas de los Stukas despertaron a los polacos. Pero envalentonados por el triunfalismo de sus jefes y oficiales, piensan que los nazis saldrán de la orgullosa Polonia con el rabo entre las piernas. Sin embargo, Hitler tendrá la razón: "con mis Stukas y mi ejército mecanizado conquistaré Polonia en tres semanas". La geografía, la vecindad traicionaban a Polonia: su gran llanura dejaba paso franco a los carros de combate alemanes. De esta combinación, el ataque de los aviones y la progresión de los tanques en un estrecho frente, nació una nueva forma de hacer la guerra. Nada tenía que ver con las campañas de desgaste y de inmovilización en las trincheras de Verdún durante la I Guerra Mundial. Está guerra, llamada relámpago a imitación de los teóricos ingleses, se basaba en la celeridad, en la sorpresa, en la precisión y en la contundencia de las fuerzas empleados en la invasión, sobre el terreno. No deja reaccionar al enemigo. La decisión británica y francesa de considerar la invasión alemana de Polonia como una justificación para su entrada en la guerra, resultó desastroso desde el punto de vista militar, a pesar de ser moralmente a acertada.

Los polacos no estaban preparados, como tampoco lo estarían luego los franceses, para hacer frente al aluvión de acero. Los soldados de infantería, muy al contrario que en la primera guerra mundial, serían los últimosen llegar. Primero se destruía en tierra la aviación enemiga, se desarticulaban sus líneas de comunicación y se enviaban por delante, en camiones, infantería motorizada, tanques y artillería ligera. Pero la pieza esencial era el carro de combate que que lo arrollaba todo a su paso un "El que se queda en las trincheras afirmó Napoleón llevará las de perder". El general británico Kitchener llamó carro blindado bonito juguete mecánico. Era algo más que eso. El Reino Unido que inició su fabricación en secreto, que logró conservar difundiendo un falso rumor de que las planchas de acero utilizadas en su fabricación estaban destinadas a los depósitos de agua para el ejército de Allenby en Palestina, en 1916, de ahí el nombre de tanque, según escribe Thomas en su Historia del Mundo.

La mentalidad de los países atacados no estaba preparada para la blitzkrieg, guerra relámpago. El tanque del General Guderian, de verano de 1939, no hacía ya el trabajo del carro británico de 1916, un mero refugió para los soldados de infantería que avanzan. Se había convertido en un obús rodante, en un imparable instrumento ofensivo. " Con el amor de los suyos, pero condenados por la pólvora -escribió el poeta Housman - pasan los soldados desfilando hacia la muerte". Dos días después de la invasión de Polonia, el Reino Unido declaró la guerra a la Alemania de Hitler. Así empezó una carnicería, que terminó al cabo de seis años con 60 millones de muertos, dos tercios de ellos civiles. Las primeras bajas fueron polacos. A pesar de las falsas esperanzas de sus jefes militares, Polonia llevaba todas las de perder. El ejército alemán, mandado por von Brauchitsch y con Franz Halder como jefe de Estado Mayor, estaba formado por más de un millón de hombres. Su potencia de fuego era superior en una proporción de dos a uno y puso en pie de guerra veinte veces más tanques que el ejército polaco. ¿Qué podían hacer con sus cargas de caballería, con menos aviones y menos carros que el enemigo?.

El carro de combate fue la revelación, junto con los ataques en picado de los Stukas, que en este comienzo de la II Guerra Mundial. Polonia se había hecho una idea romántica de la situación: sus militares, tan anticuados, creyeron que con caballerías y llamamientos patrióticos podían hacer frente a aquél río de acero. Las máquinas destrozaron los caballos y a los caballeros. El patriotismo no sirvió de nada: la movilización polaca llegó un día antes del ataque y se hizo de forma desordenada. Para cuando los polacos se dieron cuenta de lo que pasaba, la Luftwaffe, la fuerza aérea de Hitler, con sus terroríficos bombardeos sobre aeródromos y bases, columnas de soldados y nudos de comunicación, había sentenciado el curso de los acontecimientos. Era la Y = 19445, o sea, el 1 de septiembre a las 445 de la mañana, la operación Plan Blanco.